Ricardo Hurtubia, Cristóbal Pineda, Alejandro Tirachini, Editores
La emergencia sanitaria por el COVID-19 ha trastocado nuestra vida urbana en incalculables dimensiones. Donde antes existía una rutina en nuestras actividades, con todas sus certezas asociadas, el mundo actual se nos muestra incierto, como una eterna noticia en desarrollo. La movilidad urbana no está ajena a este hecho, pues se ha flexibilizado la operación de los sistemas de transporte a niveles que no hubiéramos imaginado hace unos meses atrás. Sin embargo, mientras no se encuentre una vacuna para generar inmunidad en la población, al parecer el distanciamiento social será un concepto que nos seguirá acompañando en el mediano plazo. Por ello, es imprescindible que desde ya comencemos a visualizar cuáles de estas flexibilizaciones o medidas provisorias sería conveniente de consolidar en un mundo post-pandemia.
La bicicleta ha sido por lejos la gran ganadora en esta crisis. Redes cicloviales provisorias en países como el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia en Europa, o en Perú y Colombia en Latinoamérica, han demostrado ser una muy buena solución para proveer condiciones de distanciamiento social en forma rápida y a muy bajo costo. Si estas redes permanecerán una vez pasada la emergencia, es algo que aún está por verse, pero los gobiernos nacionales ya se encuentran realizando planes para consolidarlas en el largo plazo. En Chile, lamentablemente los esfuerzos sólo han tenido un alcance local. Los municipios de Rancagua y Las Condes se han atrevido a implementar estas ciclovías de emergencia y el municipio de Chillán cerró parte del centro al uso exclusivo de peatones, bicicletas y transporte público en días y horarios laborales, iniciativas destacables derivadas del interés de autoridades locales ante la ausencia de un eje articulador a nivel nacional, el cual en algún momento deberá llegar.
Por otro lado, el transporte público parece ser el gran perdedor en la emergencia, arriesgando la pérdida permanente de usuarios que tratan de evitar las aglomeraciones. Dado que aumentar la oferta es una solución de largo plazo y con altos costos, el alivio podría provenir desde el aplanamiento de otra curva: la demanda del transporte público. Para ello, la gestión de la demanda es clave. Si las medidas provisorias que hoy estamos viviendo, tales como los incentivos al teletrabajo, la reducción de reuniones presenciales o la flexibilización de horarios de entrada y salida del trabajo (y la extensión natural a las instituciones educacionales) se mantienen como flexibilizaciones permanentes, podremos distribuir mejor la demanda dentro de la oferta fija del transporte público, aliviando los niveles de hacinamiento que veíamos antes de la pandemia.
Sería conveniente dar estas discusiones ahora, para que el retorno a nuestra (nueva) vida urbana nos encuentre preparados una vez terminada la emergencia.