Recurrentemente se ve en las noticias accidentes en los cuales buses o vehículos han volcado en las zonas laterales de las carreteras, casos en los cuales -en la mayoría de las veces- las consecuencias son fatales. Haciendo abstracción de la conocida frase “el conductor no estaba atento a las condiciones de tránsito”, o “circulaba con imprudencia”, o “se atravesó un caballo”, vale la pena reflexionar acerca de la función que estas zonas cumplen desde la óptica de la reducción de la severidad de los accidentes en carretera y desde la óptica de lo que puede ofrecer el diseño para reducir esa severidad.
Desde el punto de vista del diseño geométrico, las zonas laterales pertenecen a la sección transversal y se encuentran restringidas en su espacio por la faja vial disponible (o franja de expropiación). La normativa nacional las trata como zonas marginales, que cumplen funciones esencialmente estéticas y recomienda a su vez la presencia de una zona despejada, es decir libre de obstáculos. Hasta aquí todo bien.
Pero, si uno mira el fenómeno accidente bajo el punto de vista de la forma en que se produce, es posible establecer que: habitualmente el conductor circula bajo lo que puede denominarse “condición normal de conducción”, en la cual no existen elementos que interrumpen las maniobras que este conductor va seleccionando de acuerdo a las condiciones de tráfico, carretera y ambiente. Es decir, el conductor está “atento a las condiciones de tránsito y carretera”. Cuando aparece un elemento que ocasiona distracción, por ejemplo un alegre conejo saltando por la carretera, una araña pollito caminando plácidamente por la calzada o un caballo que busca pasto en el predio vecino, el conductor ejecuta maniobras de emergencia que pueden desembocar en una maniobra evasiva, en una colisión o en una pérdida de control, en la cual éste decide -en fracciones de segundo- si se desplaza fuera de la calzada. Este proceso tiene relación con el concepto de riesgo percibido por el conductor y su imperiosa necesidad de salvar el pellejo y el de los ocupantes del vehículo, lo que lleva a éste a elegir “irse” o no fuera de la calzada. ¿Qué le espera fuera de la calzada? Probablemente un espacio con obstáculos, basura, zanjas, rocas, etc., nada alentador por cierto.
Desde el punto de vista del correcto diseño, el uso de zonas laterales amigables con el conductor, representa una oportunidad de reducción de las consecuencias de los accidentes, puesto que si ésta es concebida como una zona segura, no como un lugar bonito para plantar árboles o hacer picnic, entonces es posible transmitir al conductor mediante el diseño de esa zona lateral el mensaje: “Sr. Conductor, si usted se ve obligado a ejecutar una maniobra evasiva, salga de la calzada y venga a la zona lateral, ya que es un lugar seguro donde puede evitar colisionar o volcar su vehículo”. Ésta es la esencia del concepto de diseño denominado forgiving design, o diseño que perdona. Es decir, crear por diseño las condiciones de las zonas laterales (zona despejada bajo nuestra normativa de diseño), tales que el conductor perciba que ésa es una zona hacia donde puede escapar y reducir así la severidad del accidente.
Lo anterior puede lograrse únicamente cambiando el paradigma de diseño imperante, respecto de que los accidentes sólo son causa de descuidos, falta de atención o cualquier otro motivo, y reconocer también que el diseño influye en la ocurrencia y consecuencias de los accidentes. Esto conlleva a que las zonas laterales sean pensadas de una manera radicalmente opuesta a la concepción normativa actual, creando por diseño aquellas condiciones que reducen la peligrosidad de estas zonas laterales y por tanto la severidad de los accidentes. Es decir, reducir su peligrosidad.
La peligrosidad se reduce seleccionando una inclinación de taludes adecuada para evitar volcaduras, la eliminación de obstáculos (es común ver postes protegidos por elementos rígidos tales como rieles de ferrocarril, hecho que transmite un mensaje claro: ¡¡que el poste permanezca en pie es más importante que un conductor fallezca incrustado en la protección del poste!!), eliminando obstáculos “a la menos uno” (zanjas para el drenaje, atraviesos con bocas inclinadas en 90°), considerando e implementando el ancho de trabajo real de las barreras de protección si es que existen, eliminando las asperezas superficiales (rocas de gran tamaño), entre otros aspectos, de manera tal que se reduzcan las consecuencias del accidente. En los últimos años han ocurrido varios accidentes que nos hacen especular que al considerar estos aspectos tal vez podrían haber fallecido menos personas.
Esto muchas veces requiere pensar en fajas viales un poco mayores que las establecidas por condiciones funcionales en las normativas, particularmente en las categorías de diseño más bajas. Sin embargo, el ahorro de costos por accidentes puede compensar largamente el incremento en el gasto por una mayor expropiación. Después de todo, “la vida humana no tiene precio”.
En diversos países esto no es algo nuevo. En Estados Unidos la Roadside Design Guide otorga recomendaciones y medios objetivos para reducir la peligrosidad, mientras que en la Comunidad Europea los métodos de cálculo de peligrosidad de carreteras recientemente publicados incluyen el concepto de peligrosidad de zonas laterales dentro de las inspecciones de seguridad vial (no auditorias de seguridad vial). Ya existe un camino recorrido en otros países, cuyas normativas que pueden ser estudiadas y adaptadas inteligente y científicamente a las necesidades nacionales. NO COPIARLAS.