Desde Abril de este año el Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones (MTT), asesorado por Marcial Echeñique, ha impulsado un proyecto llamado Ciudades Modelo. ¿La idea? En cuatro ciudades escogidas -Antofagasta, Concepción, Talca y Valdivia- se buscará mejorar los sistemas viales, optimizar el funcionamiento del transporte público, resolver problemas de congestión y tratar que el transporte sea un atributo que dé valor a las ciudades. Para ello, se ejecutarán diversas intervenciones como ensanchamientos, cambios de sentido, construcción de ciclovías, puentes y vías exclusivas para buses; se estudiará además sistemas alternativos de transporte público, como tranvías en Antofagasta o transporte fluvial en Valdivia, al mismo tiempo que se incorporará tecnología para la gestión de tránsito. Elementos centrales del plan son: (i) asegurar que los fondos y los tiempos de ejecución de todas las intervenciones estén bien definidos, y (ii) que las ciudades no sólo tengan un sistema de transporte mejorado sino que, también, éste sea coordinado e integrado al desarrollo urbano; en otras palabras, más planificado que descentralizado.
Como resulta evidente, un plan así requiere una visión e intervención completa del sistema, que va más allá de las tareas que usualmente acometen las autoridades competentes. Más complicado aún, requiere que varias autoridades con atribuciones relevantes para diferentes partes de los proyectos, se coordinen. Estos desafíos están explícitamente incluidos en el plan, ya que éste considera dentro de sus objetivos la construcción de un marco normativo y regulatorio, la oficialización de una mesa de trabajo intersectorial y la formalización de roles en los procesos de planificación. Considera, además, procesos de socialización y discusión con diferentes integrantes de las comunidades.
Hasta aquí todo luce muy razonable y en la dirección que la mayoría de los expertos cree que es la correcta: tener una visión más global del sistema de transporte, que vaya de la mano con el desarrollo urbano. El problema, en mi opinión, es que quedamos cortos y el nombre del plan promete más de lo que entrega. Esto, porque que hay temas muy importantes que, o no están en los objetivos o al menos no queda claro si serán abordados. El primer punto, y a mi parecer el más importante, es que la institucionalidad actual permanece intacta, manteniendo esa terrible disgregación de atribuciones entre alcaldes, MTT, MOP, MINVU que hace que todo sea lento y engorroso, y que aniquila la posibilidad de planificar. El plan se sostiene sobre la coordinación de diferentes actores en una mesa de trabajo intersectorial pero eso, a la fecha, no ha resultado. Hay que recordar que SECTRA respondía, de hecho, a una mesa de trabajo interministerial, pero fue recientemente absorbida por el MTT. Creo que es fundamental abordar el problema de la institucionalidad del Sector Transporte para que las políticas que se tomen sean consistentes entre ellas y en el tiempo, y respondan a una planificación consensuada; sin embargo, tras más de veinte años de retorno a la democracia, no ha habido cambio alguno en este tema y, de hecho, no se percibe un futuro diferente. Al final, dada la confusa institucionalidad, podemos terminar implementando la visión de una persona, más que una solución a nivel de sistema y que considere las diferentes dimensiones del problema a resolver.
El segundo problema es que no forma parte de estos planes intervenir sobre los planos reguladores o el uso del suelo y creo que eso es un error grave. Significa conformarse con afectar la rapidez y comodidad de los viajes, pero renunciando a influir sobre la cantidad y longitud de ellos. Una intervención temprana podría mejorar la situación futura drásticamente; por el contrario, una vez que usos de suelo poco razonables estén establecidos y consolidados resulta después muy dificultoso y caro cambiarlos. De hecho, las definiciones (o falta de ellas) de uso de suelo que han estresado al sistema de transporte de una manera absolutamente innecesaria son varias. Lo que ocurrirá con Costanera Center en Santiago dentro de poco será un ejemplo dolorosamente concreto.
El tercer punto es que no parece haber una idea clara de cómo se intervendrá el sistema de transporte público en cuanto a su estructura de propiedad y la coordinación entre diferentes actores y modos (de haberlos), quizás por temor a repetir una experiencia tan traumática como la de Transantiago. Pero es evidente que tener buena infraestructura para el Transporte Público no basta si esto no va acompañado de una buena operación. La pregunta relevante es cómo se asegura que esto último ocurra y qué autoridades contarán con las atribuciones para hacerlo eficientemente.
¿Qué es lo que tenemos entonces? El plan de ciudades modelo se ve, en lo esencial, como un plan de inversiones en infraestructura y en gestión de tráfico, muy similar a los antiguos planes para ciudades intermedias que tenía SECTRA , considerando por un lado más participación y socialización de los planes, pero sin los comités de uso de suelo que existían antes. Y por cierto, más y mejor infraestructura es una buena idea, especialmente si, como se propone, se aseguran los fondos y se mejora y apura la construcción. Sin embargo, seguimos al debe con temas que debiesen haber sido abordados hace años y que, de no ser resueltos, no nos permitirán nunca tener un crecimiento orgánico y razonable de nuestras ciudades, que permitan llevar a una alta calidad de vida en las ciudades. Que las conviertan, realmente, en ciudades modelo.
Y para cerrar, menciono Santiago, ya que el título así lo promete ¿Y Santiago? ¿Tiene plan?