Por Margarita Amaya T.
Este boletín es una muestra de lo noticioso que estuvo el mes de diciembre en materia de transporte. En este número, inauguramos una nueva sección de cartas al equipo editorial, con una comunicación de Sebastián Seriani Awad que nos invita a reflexionar sobre los desafíos en movilidad más allá de la mirada de nuestra disciplina, y hace un llamado a la acción para avanzar en los aspectos que nos permitan alcanzar las metas país. A propósito de esta nueva sección, hacemos un llamado a todos nuestros socios -siempre atentos a las noticias
del rubro- a plasmar por escrito su opinión y compartirla con el equipo editorial. ¡Estamos ansiosos de leerlos!
La sección de actualidad presenta una nota respecto a los resultados de un piloto de espiras virtuales implementado en nuestro país por la UOCT en la ciudad de Rancagua. Por último, a pedido del público, este boletín cierra con el retorno del famoso “Semáforo”, para abordar brevemente la abundante contingencia noticiosa y satisfacer a los lectores más nostálgicos de esta sección.
Sin embargo, esta editorial no cierra sin antes hacer mención a las trágicas muertes de un peatón y un conductor ocurridas la semana pasada. Probablemente para los lectores de este boletín el debate es altamente técnico, basado en evidencia, y donde se mezclan temas de política pública y responsabilidad institucional. Sin embargo, en las reacciones de redes sociales y en los titulares de prensa se desata otra discusión. ¿Quién de los dos conductores involucrados es más responsable que el otro? No es que los socios sean responsables de las opiniones vertidas en los medios, pero revisarlos nos orienta sobre el conocimiento de nuestra sociedad respecto al tema. Hoy tenemos una responsabilidad profesional y la oportunidad de aportar al conocimiento de nuestro entorno -partiendo por hablar de “siniestro” y no de “accidente” vial- y mover el foco de la discusión a otros ejes.
Frases reduccionistas como “todo es culpa de la falta de educación vial”, o “es porque se regalan licencias de conducir” también se leen entre comentario y comentario. Pero incluso, si en un chasquido de dedos nos convirtiéramos en los mejores a nivel mundial en ambos aspectos, las personas cometemos errores y los seguiremos cometiendo en algún porcentaje de casos. Esta es una condición intrínsecamente humana, y es hora de tomarla como un dato de la causa al definir las normas de circulación que rigen el espacio público. ¿Cómo cambia esta tasa de error si las reglas de circulación o las señales del tránsito dejan de ser válidas según la hora del día, como es el caso de la reversibilidad, generando confusión entre los conductores?
Así como la sociedad modificó recientemente su percepción respecto de lo que implica conducir bajo la influencia del alcohol, algo similar se puede hacer al respecto. Conducir a exceso de velocidad no es un accidente ni el producto de una tasa de error inevitable, sino que una elección. Esta es “la variable” sobre la cual podemos ejercer control y asignar responsabilidad