por Felipe Bravo, Gerente General de Metro de Santiago
Las ciudades modernas descansan, en gran medida, sobre la robustez y confiabilidad de sus sistemas de transporte masivo. En el caso de Santiago, Metro se ha transformado en la columna vertebral de la movilidad urbana, transportando millones de personas diariamente con altos estándares de seguridad, eficiencia y calidad. Sin embargo, como en todo sistema complejo, los desafíos operacionales son altos. En las últimas semanas, algunas interrupciones de servicio han generado cuestionamientos públicos legítimos, y es en este contexto que quisiera compartir algunos antecedentes y reflexiones sobre cómo enfrentamos estas situaciones y hacia dónde vamos.
Un desempeño que resiste la comparación internacional
En primer lugar, es importante poner en perspectiva los indicadores operacionales de Metro. Nuestra tasa de fallas es, objetivamente, baja en comparación con otros sistemas de transporte masivo del mundo. De acuerdo con los últimos datos de COMET (Community of Metros, asociación que agrupa a más de 40 de los principales y mas grandes operadores de metros del mundo), por cada millón de coche-kilómetros recorridos, Metro de Santiago presenta sólo 2,3 incidentes que generan retrasos superiores a cinco minutos. Esta cifra es 13,4 veces menor que el promedio de los metros del mundo.
Aún más revelador es el análisis centrado en los trenes: registramos 0,5 incidentes por millón de coche-kilómetros, frente a un promedio de 6,5 en otros metros, lo que significa un desempeño 12 veces superior, y cuando subimos el umbral de análisis a retrasos mayores a 15 minutos, los resultados son igual de sólidos: 0,7 incidentes por millón de coche-kilómetros frente a un promedio de 4,2.
Estos datos no son casuales. Son el resultado de una estrategia de mantenimiento que ha ido incorporando tecnología predictiva, modernización de equipos, sistemas de alerta temprana y auditorías automáticas. Gracias a estos esfuerzos, las fallas en infraestructura crítica como vías, energía o señalización han caído en más de un 85% desde 2019, y las fallas en los trenes un 33% en el mismo periodo.
Las fallas existen y seguirán existiendo
Dicho esto, no hay sistemas exentos de fallas. Todos los metros del mundo enfrentan incidentes operacionales de distinta índole, algunos de ellos de alto impacto. Las razones pueden ser múltiples: desde errores humanos, fallos técnicos, condiciones climáticas extremas o incluso actos de vandalismo. Y en muchos casos, se trata de fallas inevitables, propias de sistemas con miles de componentes interdependientes funcionando en tiempo real, las 24 horas del día.
En lo que va de 2025, hemos registrado cuatro incidentes de alto impacto, dos de los cuales estuvieron relacionados con errores humanos en tareas de mantenimiento realizadas por empresas contratistas especializadas. En cada caso hemos aplicado las medidas correspondientes, pero lo más importante, hemos implementado planes de acción que buscan evitar que estos errores y fallas se repitan.
Sin embargo, debemos ser claros: podemos seguir reduciendo las fallas, pero no eliminarlas del todo. El foco, por tanto, debe estar en la capacidad de respuesta, la gestión eficiente de la crisis y, sobre todo, en minimizar el impacto que estos eventos tienen en nuestros pasajeros.
Las recientes contingencias nos han recordado también una realidad clave: la magnitud de Metro en la vida cotidiana de la ciudad. Hoy transportamos cerca de 2,5 millones de personas al día. Cuando una línea de Metro se interrumpe, simplemente no existe capacidad suficiente en superficie para absorber la cantidad de personas que salen a la calle. Un tren puede transportar a más de 1.200 personas, mientras que un bus lleva apenas 70 u 80. En la Línea 1, por ejemplo, circula un tren cada 100 segundos, lo que equivale a más de 50.000 personas por hora-sentido. No hay buses ni calles suficientes para sustituir esa capacidad de transporte. Este es un desafío que enfrentan todos los sistemas de metro del mundo, y que refuerza la necesidad de seguir robusteciendo nuestra red para ofrecer distintas alternativas de rutas, dentro del propio sistema, ante eventuales contingencias.
Una red más resiliente para el futuro
Hoy, gracias a la expansión de la red, ya existen rutas alternativas que permiten mitigar parte del impacto que puede generar una interrupción de servicio. Y ese es justamente el camino que seguimos fortaleciendo con los nuevos proyectos en desarrollo.
La Línea 7, con un 23% de avance, permitirá una conexión completamente nueva entre Renca y Vitacura, descongestionando ejes tradicionales como la Línea 1. Las futuras Líneas 8 y 9, junto con extensiones de la Línea 6, sumarán 76 kilómetros adicionales en los próximos ocho años, incrementando la red en un 51%. Esta expansión, además de ampliar la cobertura, permitirá ofrecer más opciones de rutas y se implementará con líneas completamente automáticas (como las líneas 3 y 6), elevando los estándares de confiabilidad y eficiencia.
A la par de estas nuevas inversiones, estamos modernizando nuestras líneas más antiguas (Metro este año cumple 50 años de operación) buscando equilibrar estándares de servicio entre líneas tradicionales y las automáticas. Todo ello implica una inversión significativa, pero necesaria, para construir una red de metro más robusta y resiliente.
Transparencia, mejora continua y visión de largo plazo
En Metro entendemos la frustración que puede generar una falla. Somos usuarios del sistema tanto como lo son los millones de santiaguinos que se mueven con nosotros cada día. Pero también tenemos la convicción de que nuestro modelo de gestión, los resultados alcanzados y la dirección que hemos tomado en materia de expansión y modernización, son coherentes con las mejores prácticas internacionales.
Invito a la comunidad de ingeniería de transporte —y en particular a los lectores de Sochitran— a mirar este tema con la profundidad técnica que amerita. Sabemos que las fallas ocurren, pero también sabemos cómo enfrentarlas, cómo aprender de ellas y cómo preparar el sistema para que el impacto a los pasajeros sea cada vez menor.
Metro no solo está llamado a ser un medio de transporte eficiente. Está llamado a ser una red de confianza. Y esa confianza se construye día a día, en cada decisión técnica, en cada proyecto de expansión, y en cada mejora silenciosa que ocurre en nuestras vías, trenes y equipos.