El contexto que vivimos en nuestro país ha tenido al transporte como una de sus dimensiones más relevantes, no solo por haber sido uno de los aspectos que gatillaron nuestra situación actual, sino que por su relevancia en cómo generamos una visión futura de país y ciudad. La mayoría de los especialistas que nos dedicamos a esta área, tenemos conciencia de la importancia que tiene el transporte en la calidad de vida de las personas; de hecho, esta es la motivación que muchos tenemos para dedicarnos a estos temas. Sin embargo, la situación actual que vive nuestro país genera una tensión ineludible las formas de analizar y resolver los problemas asociados al sistema de transporte desde la Ingeniería y otras disciplinas asociadas; en particular, en cómo incluir su dimensión social.
Un posible punto de partida para examinar esta pregunta, consiste en relacionarla con discusiones que llevan más de 20 años en el ámbito internacional, como la que se generó en torno a Unidad Social de Exclusión del Reino Unido, pero que han permeado muy poco la teoría y práctica de la Ingeniería de Transporte Chilena. Lucas (2012)[1], en un resumen del estado de la práctica en ese ámbito, diferencia conceptos claves que permiten generar un marco referencial útil para esta discusión. Un primer concepto clave es la desventaja de transporte, que identifica la falta de acceso a recursos básicos, actividades y oportunidades para que las personas puedan estar inmersas la sociedad. En ese sentido, el énfasis no se refiere únicamente a la velocidad de las personas, sino que también a sus accesibilidades a trabajos, bienes, servicios y personas. En ese contexto, Jarrett Walker, consultor internacional invitado por CEDEUS el mes pasado, discute que el objetivo fundamental del sistema de transporte es la libertad que provee para el acceso en la ciudad.
Sin embargo, desde una mirada más amplia, Lucas arguye que la desventaja de transporte, para entenderla a cabalidad, debe acoplarse con la noción general de desventaja social, relacionada a ingreso, salud, vivienda, empleo y educación. En concreto, cuando las personas sufren desventajas sociales y de transporte al mismo tiempo, llegan a un nivel de pobreza y falta de acceso a oportunidades que los excluye socialmente. Precisamente ésa es una de las claves del momento actual: si bien claramente el estallido social no se debe únicamente al transporte, la esta desventaja es un factor central en los niveles de exclusión social que viven muchos de nuestros compatriotas.
En ese sentido, la discusión acerca de la inclusión social en el transporte necesariamente debe ser interdisciplinar e intersectorial, pues requiere vincularse con el contexto espacial, socioeconómico, de género, y de otros ámbitos claves que determinan las desventajas sociales que viven a diario las personas. Lo anterior también implica “resignificar” discusiones que, en el ámbito de la Ingeniería de Transporte, parecen ser eminentemente técnicas, pero que pierden sentido si se descontextualizan y no consideran todos esos otros contextos.
Varios ejemplos de estos desafíos han estado en la discusión por años, tales como el replanteamiento de los métodos actuales de evaluación social de proyectos de transporte y el empuje más decidido de la financiación del transporte público y no motorizado por sobre el automóvil. Ellos requieren incorporar explícitamente este contexto social en la discusión, resignificando la mirada “experta”, y valorando la experiencia del ciudadano que se moviliza a diario. Lo anterior lleva a otro desafío aún más complejo referido a que, sin perder el rigor y la especificidad técnica, podamos incluir en nuestras metodologías y propuestas del sistema de transporte, una visión de país que recoja todos los saberes y experiencias de quienes viven en la ciudad.
[1] Lucas, K. (2012), "Transport and social exclusion: where are we now?," Transport Policy, 20, 105-13.