Futuro de la industria de la Ingeniería de Transporte en Chile
Por Ángelo Guevara C., socio y director de SOCHITRAN
El 26 de abril se realizó un plenario-taller al alero de SOCHITRAN en el que se analizaron los desafíos de la industria de la ingeniería de transporte, espacio que permitió discutir diversos aspectos que la aquejan y plantear posibles líneas de acción. Se comenzó haciendo sendas presentaciones del sector privado y del público, seguidas de una oportunidad para intercambiar opiniones entre la treintena de socios asistentes. Se identificaron diversos temas como el plazo de desarrollo de los estudios, el nivel de detalle o precisión de acuerdo con el ciclo de vida de los proyectos, los presupuestos y planes de financiamiento de estudios, la flexibilidad metodológica y el impacto de la participación de terceros incumbentes. Finalmente, se planteó la conveniencia de establecer una mesa de trabajo para consensuar y materializar las posibles mejoras sugeridas.
Más allá de los cambios procedimentales puntuales que puedan resultar de este muy necesario ejercicio, los temas discutidos en este plenario-taller motivan algunas reflexiones sobre el futuro de la industria de la ingeniería de transporte que me parece relevante plantear en esta columna.
La práctica de la ingeniería de transporte en Chile se plasma en una industria que ha operado, principalmente, como un tándem público-privado en el cual el Estado actúa como el mandante que requiere diseñar y evaluar costosos proyectos de inversión pública que son estudiados por consultores privados.
En las cuatro décadas de desarrollo de esta industria en Chile, contadas desde la fundación de su primera empresa consultora en 1978, cabe destacar como hito fundamental de su cultura la creación del MESPIVU en 1988. Esta herramienta metodológica fue desarrollada al alero de SECTRA, con el apoyo de un grupo de investigadores y consultores de primer nivel, y logró sintetizar el estado del arte en cuanto al análisis, formulación y evaluación social de proyectos de transporte. Teniendo al MESPIVU como eje conductor, y apuntalada por la formación integral y metodológicamente robusta de los profesionales del área, esta industria se desarrolló con estándares que estaban objetivamente en la punta en esta materia a nivel mundial.
Sin embargo, a 30 años del MESPIVU, la forma que históricamente ha sido la principal para hacer ingeniería de transporte en Chile parece estar en crisis. No es sólo que el número y el monto de los estudios encargados por SECTRA hayan venido decreciendo constantemente si no que, más importante aún, la relevancia e independencia de este organismo en la evaluación de proyectos de transporte parece haber ido desdibujándose con el tiempo, perdiendo sucesivamente grados de autonomía. En efecto, SECTRA se constituyó un principio como un organismo inter-ministerial con un alto grado de independenica y ascendiente técnico; luego pasó a depender sólo del Ministerio de Planificación (actual MDS), reduciendo significativamente su grado injerencia; para finalmente terminar respondiendo sólo al Ministerio de Transporte, con el evidente conflicto de intereses que eso implica.
Esta pérdida de independencia es lamentable. La evaluación técnicamente competente y autónoma de proyectos públicos es indispensable para el desarrollo de Chile pues, a diferencia de la inversión privada, botar la plata en un mal proyecto público no hace quebrar a quienes tomaron la decisión (al revés, usualmente lo beneficia). El área de transporte es especialmente sensible a estos desafíos debido a los altos costos de este tipo de proyectos, su rédito político, la complejidad que implica evaluarlos y el largo plazo de sus retornos. Ejemplos de “elefantes blancos” inconclusos de este tipo abundan en el mundo. Esperemos no tener que sufrirlos en el futuro, mientras aún hay gente que vive en la pobreza.
Parece poco probable que la dependencia de SECTRA se modifique, o que el MDS pueda asumir cabalmente su rol a futuro. Se puede incluso argumentar que aquello sería en realidad innecesario en las condiciones actuales de desarrollo del país que se reflejan, por ejemplo, en tasas sociales de retorno cada vez más bajas.
En cualquier caso, desde el punto de vista de la industria de la ingeniería de transporte esto plantea la necesidad, tanto para la consultoría como para la academia, de diversificar el ámbito de acción de la profesión hacia áreas que han sido tradicionalmente atendidas por otros profesionales. Posibles ejemplos de estas áreas de expansión pueden ser la planificación urbana, la logística o la gestión de operaciones, temas en los cuales la visión sistémica del ingeniero de transporte puede hacer una diferencia importante que aún no ha sido suficientemente explorada. Por otro lado, el creciente grado de independencia de las gobernaciones regionales hace suponer que nuevos requerimientos para el análisis de sistemas de transporte puedan materializarse por ese lado, siempre y cuando existan los recursos humanos, financieros y políticos adecuados para ello. Sin duda, estamos en una etapa de cambio en esta industria que llama a repensar el rol de los ingenieros de transporte en el país. Nuestra SOCHITRAN debiera jugar un rol significativo a este respecto.