por Javiera Olguín V.
Cada vez es más común que los estudios, planes y proyectos impulsados desde las distintas instituciones del sector público consideren actividades de participación ciudadana (PAC). En el boletín SOCHITRAN de noviembre, nuestro socio Jaime Valenzuela nos compartió la historia reciente de la normativa que ha acompañado este nuevo enfoque y los desafíos que, a su parecer, permanecen pendientes para el avance de las herramientas usadas en este tipo de actividades.
Me gustaría añadir otra dimensión a la discusión que considero necesario tener presente a la hora del diseño del proceso de planificación de nuestras políticas, planes y proyectos de movilidad, no solo de las instancias contempladas en PACs.
¿Cómo nos hacemos cargo de las expectativas generadas en los procesos de consulta a la ciudadanía? ¿Cómo logramos dar respuesta a las inquietudes levantadas en dichas actividades de forma eficiente y oportuna?
Me ha tocado participar de algunas PACs bastantes concurridas. Me he sorprendido al ver llegar adultos mayores, personas con discapacidad, tanto física como sensorial, personas acompañadas con niños. He visto también como algunos asistentes se emocionan relatando sus problemas. Confieso que a ratos me he sentido incómoda de no tener la “varita mágica” para dar solución a sus planteamientos.
Solicitar la opinión y participación de los vecinos que acuden a nuestras PACs es disponer de su tiempo y, de alguna forma, crearles la ilusión de que los problemas que nos plantean serán resueltos. ¡Que enorme responsabilidad!
Por más que expliquemos a los participantes de una PAC que nuestro proyecto de transportes es algo puntual (por ejemplo, una ciclovía o un nuevo recorrido de bus), los vecinos nos contarán sus variados dolores. Probablemente algunos nos hablarán de la inseguridad de sus barrios y la falta de iluminación, otros nos comentarán la falta de sombra y el mal estado de sus veredas, o la necesidad de más lomos de toro y mayor fiscalización. Cabe entonces preguntarse si el problema es el vecino que no logra entender lo acotado y específico de nuestra consulta, o nuestra institucionalidad que no logra, una vez más, hacerse cargo de la complejidad de los sistemas urbanos. ¿Realmente pretendemos que las personas anden en bicicleta o se suban a la micro si no tienen por dónde circular o pueden ser asaltados en el intento?
Actualmente me encuentro trabajando en el desarrollo del Plan de Movilidad Urbano Sostenible (PMUS) para la ciudad de Calama. Calama posee una historia de planes de desarrollo urbano no concretados, situación que ha ido generando un sentimiento de postergación en sus habitantes. El Plan Calama Plus, desarrollado el año 2009 entre Codelco y la Ilustre Municipalidad de Calama, tuvo su origen en protestas callejeras de los calameños que buscaban poner sobre la mesa la incoherencia existente entre la contribución de la ciudad al PIB nacional y su nivel de desarrollo urbano, además del histórico reclamo sobre las negativas externalidades ambientales producidas por la actividad minera. Lamentablemente, el Plan Calama Plus, que buscaba revertir la desertificación del oasis, mejorar el estándar urbano y fortalecer el transporte público, se sumó a la lista de planes inconclusos. ¿Podemos garantizar que este nuevo plan sí será exitoso? ¿Alguien ha evaluado el riesgo del desgaste y desencanto de la población?
Por otro lado, sabemos que los problemas de Calama van mucho más allá de la movilidad. Si hablamos de contaminación, el 98% de las emisiones de MP10 provienen de la actividad minera. Dentro de la visión objetivo del plan, que acabamos de realizar de forma participativa, los aspectos que resultaron con mayor ponderación fueron la necesidad de aumentar la arborización y áreas verdes, la conectividad y la integración urbana. De alguna manera, si usted hace la pregunta, supongo que tiene que encontrar alguna forma de dar respuesta, ¿o no? ¿Somos capaces con nuestras actuales herramientas (facultades, instituciones, financiamiento) de hacerlo?
Punto aparte es el extenso ciclo de vida de nuestras iniciativas, lo cual desmotiva a cualquiera, sobre todo cuando las necesidades son urgentes.
Creo que integrar la opinión de los ciudadanos en el desarrollo de nuestras políticas, planes y proyectos de movilidad es algo definitivamente necesario, y no hay vuelta atrás. Sin embargo, creo también que esto refuerza la necesidad de planificar de una forma más integral, si es que realmente queremos responder a lo que estamos recogiendo y no solo hacer el “check” de que cumplimos con la consulta.
Hace ya varios años, me tocó conocer la experiencia de la implementación del Metrocable en Medellín, Colombia. Este proyecto no solo buscó dar solución a un problema de movilidad, sino también, recuperar sectores de la ciudad que habían estado históricamente tomados por bandas asociadas al narcotráfico. En los procesos de consulta y participación durante el desarrollo del proyecto, los objetivos que más me llamaron la atención fueron dos: generar confianzas y generar sentido de pertenencia. “Generar confianzas” apuntaba a que los habitantes de los sectores a intervenir fueran experimentando mejoras locales en sus barrios asociadas al proyecto (la plaza de la esquina, la vereda, etc.) a lo largo del tiempo y no tuvieran que esperar muchos años antes de ver “la primera piedra”. Al concretarse estas pequeñas medidas, solicitadas por ellos mismos, se mantuvo el entusiasmo de los vecinos y se aportó a un sentido de pertenencia (“mi/nuestro proyecto”), lo que, sumado a otras iniciativas, como emplear a vecinos del sector en las estaciones, mejoró la convivencia y cuidado de las obras.
Nuestra institucionalidad aún dificulta atender la complejidad de nuestras ciudades, pero es posible una mejor coordinación entre las instituciones públicas que las intervienen y planifican. Un primer paso es la integración de nuestros planes de movilidad con los planes municipales y MINVU de mejoramiento de barrios, espacios públicos y áreas verdes, en sus distintas magnitudes. Conocerlos, incluirlos y potenciarlos. En la medida también que todas estas iniciativas, que muchas veces ya presentan avances paralelos son incluidas y potenciadas en nuestros planes de movilidad, podremos generar confianzas y otorgar mejores soluciones. Debiésemos ser autoexigentes con este objetivo, se lo debemos, al menos, a los vecinos que dispusieron de su tiempo libre para participar en nuestras actividades de consulta.