Natan Waintrub, investigador postdoctoral del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS). Socio Sochitran
Los estudios de transporte han mostrado tener una alta complejidad y relevancia en el diseño de las ciudades. Al mismo tiempo, han demostrado que desplazarse no es una actividad inocua y puede ser particularmente difícil para grupos que, mientras se mueven, experimentan distintas formas de vulnerabilidad. Estos grupos vulnerables son quienes, por sus necesidades heterogéneas, se encuentran fuera de la “norma”. Aquí podemos encontrar a personas en situación de discapacidad (17.6% del total de la población chilena) cuyas necesidades para movilizarse son variadas y van desde aparatos personales hasta infraestructuras especialmente adaptadas. Niños, niñas y adolescentes (25.7% de la población chilena) que, a medida que van creciendo, van adquiriendo habilidades y ganando independencia para moverse a través de la ciudad. Personas mayores (11.4% de la población chilena) cuya movilidad está marcada por el proceso de envejecimiento y por una, generalmente paulatina, disminución de capacidades físicas (e.g., poder caminar, subir escaleras) que transforma a los espacios públicos (e.g., veredas regulares con bajadas a la calzada a nivel cero) en barreras que pueden llevar a la inmovilidad y al aislamiento social. Minorías sexuales (estimado entre 1.5% a 13% de la población) que usualmente no presentan restricciones a la movilidad fuera de la norma, pero cuya seguridad personal puede verse comprometida por el acoso y la violencia y puede obligarlos a tomar decisiones de viaje más costosas (e.g., taxis) o a modificar sus comportamientos (e.g., modificación de rutas). Y mujeres (51.1% de la población), que si bien son incluidas en los estudios de transporte (e.g., análisis de género), experimentan una alta sensación de inseguridad y tienen movilidades complejas que, muy a menudo, sostienen a sus seres queridos (e.g., movilidad del cuidado).
A pesar de que se ha avanzado en los estudios de transporte sobre grupos vulnerables, aún queda camino por recorrer. Por ello, propongo tres claves para enriquecer los estudios y comprender mejor sus decisiones y preferencias: (i) integrar la evidencia de otras disciplinas como la antropología, arquitectura y geografía, (ii) comprender e interactuar con métodos diferentes a los tradicionalmente empleados por la ingeniería de transporte, e (iii) implementar protocolos éticos conscientes y adecuados a diferentes realidades.
En cuanto a lo primero, la evidencia de otras disciplinas ha señalado que, por ejemplo, lo que observamos mientras nos movemos es clave para la salud mental. Caminar en medio de elementos naturales (e.g., árboles, jardines) puede ser gratificante, estimular los sentidos (e.g., olfato, visión, temperatura) y reducir los niveles de stress de las personas. La presencia de naturaleza puede también, para niños y niñas, evocar tranquilidad y estimular una preocupación incipiente por el medio ambiente. Otros trabajos han sugerido que lo que vemos mientras nos movemos está plagado de simbolismos que afectan la experiencia de viaje de las personas. El nivel de mantención del espacio público, por ejemplo, ha sido señalada como un reflejo de las cualidades de las comunidades (e.g., cohesionada/fragmentada, fuerte/débil) y la presencia (o ausencia) de grupos antisociales en las calles y, por lo tanto, afectar significativamente la percepción de inseguridad de las personas. En la misma línea, el diseño deficiente del espacio público (e.g., veredas angostas, ausencia de mobiliario urbano) ha sido descrito como un aspecto que vuelve ingratos los viajes y un recordatorio permanente de la marginación en la que se encuentran algunos grupos de la sociedad.
Sobre lo segundo, comprender e integrar métodos de otras disciplinas nos pueden apoyar y complementar el estudio de fenómenos de transporte, siendo relevantes para avanzar e indagar en elementos del transporte y la movilidad de grupos vulnerables que, por distintos motivos, no han sido explorados en profundidad. Por medio de entrevistas móviles (donde se acompaña a una persona durante un viaje mientras se le realizan preguntas predefinidas) se ha mostrado que realizar viajes trasciende la pura necesidad de desplazarse, siendo una actividad clave para la construcción de identidad, la participación en la sociedad y el ejercicio de ciudadanía. Estudios de carácter etnográfico (donde se observan en detalle las actividades que ocurren en un lugar o que son realizadas por un pequeño grupo de individuos) han mostrado como el movimiento corporal de las personas es muy diverso, y han destacado lo importante que es su comprensión para situar los elementos que ayudan a la movilidad de aquellos que se encuentran en situación de discapacidad.
En tercer lugar, considerar tempranamente el diseño de los protocolos éticos en la investigación es fundamental para lograr una participación fluida y armoniosa con las y los participantes, cuidando su integridad y seguridad y, también, la del equipo de investigación. Por ejemplo, explorar los viajes de las personas podría llevar a indagar, accidental o deliberadamente, en experiencias de vulnerabilidad que podrían revictimizar a los y las participantes. Protocolos éticos previsores pueden anticiparse a estos escenarios, cuidando el lenguaje e incluso integrando en los equipos a expertos de otras disciplinas como la psicología. También se debe resguardar la integridad y seguridad del equipo de investigación en situaciones potencialmente complejas (e.g., inseguridad en las noches), involucrando a la comunidad o buscando apoyo con padres o cuidadores al considerar a niños y niñas como participantes.
Si bien aquí he señalado tres claves para estudiar la movilidad de grupos vulnerables, estas también pueden ser aplicadas para estudiar fenómenos recientes como el uso de servicios de entrega a domicilio o modos de transporte eléctricos, su relación con las preferencias de viajes y efecto en la utilización de los espacios públicos, o la influencia (irrupción) de las “inteligencias artificiales” y su comprensión, aceptación y utilización por las comunidades. Sin lugar a duda, construir puentes con otras formas de entender la movilidad y el conocimiento nos podrán acercar a mejorar el estudio de nuestra propia disciplina; una oportunidad que, como SOCHITRAN, podríamos explorar en mayor profundidad.