por Carlos Melo, Gerente Corporativo de Planificación y Clientes de Metro de Santiago
El desarrollo de una conexión ferroviaria entre la ciudad y el Aeropuerto Arturo Merino Benítez ha sido un anhelo persistente en el imaginario de la planificación urbana y el transporte público en Santiago. Durante décadas, se han analizado propuestas, evaluado tecnologías y sopesados modelos de gestión. Hoy, esa discusión transita hacia una realidad concreta y estratégicamente diseñada: la futura Línea A de Metro. Este no es simplemente un proyecto de extensión de nuestra red; es una declaración sobre el tipo de ciudad que estamos construyendo. Una metrópolis conectada, competitiva y con una visión de infraestructura para el transporte público anclada en la responsabilidad técnica y financiera.
Frente a las naturales interrogantes que suscita un proyecto de esta envergadura, es fundamental compartir la solidez del modelo que hemos estructurado. La Línea A, concebida como un Metro Ligero que conectará sin paradas intermedias la futura estación Huelén de la Línea 7 con el principal terminal aéreo del país, representa una solución de alta eficiencia, diseñada específicamente para el corredor y el tipo de usuario al que servirá.
El proyecto diseñado responde a un análisis exhaustivo de la demanda proyectada, compuesta mayoritariamente por pasajeros aéreos y trabajadores del aeropuerto. La solución proyectada nos permite ofrecer una oferta adaptada para las necesidades actuales y escalable para crecimientos futuros de la demanda, con costos de construcción y operación más acotados que los de una línea de metro convencional. El servicio expreso garantiza lo que este corredor demanda por sobre todo: tiempos de viaje predecibles y competitivos, un factor no transable para quien se dirige a tomar un vuelo por ejemplo.
Quizás el aspecto más innovador comparado con el desarrollo previo de la red de Metro es su modelo de financiamiento. Hemos diseñado un proyecto autofinanciable. Basándonos en estudios de demanda actualizados, que proyectan los flujos esperados para el largo plazo, hemos establecido que una tarifa cercana a los $3.000, diferenciada del resto del sistema RED Movilidad, nos permite cubrir la totalidad los costos de inversión, material rodante, operación y mantenimiento en un horizonte de aproximadamente 30 años. Este es un punto crucial: la Línea A no ejercerá presión sobre el costo general del transporte público de Santiago. Se trata de un corredor cerrado, con una lógica de financiamiento propia, donde el usuario paga por un servicio directo y de alta calidad, protegiendo así la tarifa social que beneficia a millones de santiaguinos en sus traslados diarios.
La gestión del proyecto también ha sido diseñada para mitigar los riesgos que históricamente han afectado a las grandes obras de infraestructura. Metro de Santiago, en su rol de titular, asumirá las fases iniciales de ingeniería básica y tramitación de permisos. Nuestra vasta experiencia en el desarrollo de proyectos subterráneos complejos, como las recientes extensiones de y Línea 7, nos entrega un capital técnico invaluable para acortar y reducir incertidumbres y riesgos.
Desde la perspectiva de la inserción urbana e impacto ambiental, el proyecto es notablemente eficiente. Su trazado de carácter subterráneo, contempla únicamente estaciones en sus extremos, lo que minimiza las externalidades durante el proceso constructivo en el entorno y simplifica su tramitación, optimizando así los plazos para el inicio de obras.
Más allá de sus méritos técnicos y financieros, el valor estratégico de la Línea A reside en su capacidad de integración a la red. La conexión en la estación Huelén con la futura Línea 7 es mucho más que un simple punto de transbordo. Creará un nuevo eje de movilidad de altísimo valor, conectando por primera vez de forma directa y eficiente el sector norponiente de la capital (Renca, Cerro Navia) no solo con el aeropuerto, sino también con toda la ciudad a través de la Línea 7 y las conexiones que ésta considera con el resto de las líneas de la red. Esto redistribuye flujos, abre nuevas oportunidades de desarrollo urbano y ofrece una alternativa de transporte formal, segura y sostenible a las más de 25.000 personas que trabajan en el complejo aeroportuario.
En definitiva, la Línea A es un proyecto transformador, concebido con una mirada de largo plazo. Es una pieza que le faltaba a Santiago para consolidarse como una capital global, a la altura de otras grandes ciudades del mundo que hace tiempo resolvieron su conectividad aeroportuaria. Es, además, un testimonio de que es posible impulsar infraestructura pública de gran escala con responsabilidad financiera, rigor técnico y un profundo sentido de propósito urbano. Estamos construyendo el Metro de los próximos 50 años, y esta nueva línea es un paso firme y decidido en esa dirección, para seguir cumpliendo nuestro propósito de acercar a las personas a vivir una mejor ciudad.