Por Carolina Simonetti y Gloria Hutt
En el mes de agosto tuvimos la oportunidad de compartir con el Secretario General del International Transport Forum (ITF) y su equipo, durante una visita que realizaron a algunos países de Latinoamérica, entre ellos Chile. En la ocasión nos contó sobre el futuro de la movilidad, cómo mejorar las políticas de transporte y los planes de su organización para América Latina.
¿Qué es el Foro Internacional del Transporte y cuál es su función?
El FIT es una organización intergubernamental para el desarrollo de buenas políticas de transporte. Reúne a 64 países miembros de los cinco continentes. Somos el único organismo internacional con un mandato mundial para todos los modos de transporte. Esto nos diferencia de otras organizaciones internacionales del ámbito del transporte que se centran en un modo específico.
Nuestra misión es organizar el diálogo mundial para mejorar el transporte. Nos consideramos ante todo una plataforma interactiva: un mecanismo para que los gobiernos intercambien conocimiento, identifiquen las mejores prácticas y extraigan lecciones e inspiración de las experiencias de otros. Cada mes de mayo, organizamos el mayor encuentro mundial de responsables de políticas de transporte. La cumbre mundial de ministros de transporte se desarrolla en torno a un tema estratégico, en mayo de 2023 será “Transporte para economías sostenibles”. Para complementar la cumbre con una perspectiva regional, estamos creando diálogos regionales de alto nivel. El primero, para América Latina, se celebró en Colombia en marzo.
¿Cómo trabaja el FIT entre las cumbres y otras reuniones de alto nivel?
El FIT es también un think tank al que los países miembros pueden recurrir. Alimentamos el diálogo global sobre mejores políticas con nuestra investigación. Cada año publicamos unos 60 estudios sobre temas de interés para nuestros miembros. Puede tratarse de cuestiones concretas para preparar una decisión política, o de cuestiones de muy alto nivel y estratégicas.
Uno de los puntos fuertes por los que el FIT es reconocido es por nuestra modelación de la actividad futura del transporte. Nuestros escenarios ofrecen una perspectiva de cómo evolucionará la demanda de movilidad de pasajeros y de transporte de mercancías y también qué emisiones conllevará esa evolución. Podemos realizar estas proyecciones desde el nivel de las ciudades y hasta niveles de flujos mundiales.
También preparamos estudios a medida cuando los países nos piden que vayamos a analizar una cuestión específica. En el caso de Chile, revisamos la estrategia portuaria del país hace unos años. Este trabajo captó la atención de los responsables políticos al resaltar algunos aspectos importantes que hasta el momento no habían sido centrales, como las conexiones del interior de los puertos. Otro estudio que el FIT realizó para Chile fue un proyecto de observatorio logístico. El año siguiente a la creación del observatorio, Chile subió doce puestos en el Índice de Desempeño Logístico Global y se convirtió en el líder logístico de América Latina.
¿Cuáles son los objetivos a mediano plazo que persigue el FIT durante su gestión?
El mayor reto al que se enfrenta el transporte hoy en día es el cambio climático. El transporte es responsable de aproximadamente una cuarta parte de los gases de efecto invernadero relacionados con la energía. El sector sigue dependiendo en un 90% del petróleo y es el único sector con crecientes emisiones de CO2. El transporte debe pasar rápidamente de ser una parte del problema a convertirse en una parte de la solución. Esta será una transformación fundamental, y nos queda poco tiempo para ello. La prioridad del FIT es apoyar a nuestros países miembros para que gestionen esa transformación y puedan superar la dependencia del transporte de los combustibles fósiles con la suficiente rapidez como para mantener a su alcance los objetivos climáticos del acuerdo de París.
Lo hacemos a través de nuestra iniciativa “Descarbonizar el transporte”, que reúne a más de 70 países, empresas e instituciones. Recientemente publicamos un importante informe sobre la descarbonización de los camiones. Hemos estudiado tecnologías de propulsión alternativas -camiones eléctricos de batería y de pila de combustible, así como sistemas de carretera eléctricos- y hemos elaborado más de mil escenarios para modelar su coste total de propiedad y compararlo con el de los camiones diésel. Un resultado destacado es que el hidrógeno parece ser la alternativa menos competitiva en cuanto a costes para impulsar la transformación del transporte de mercancías por carretera, al menos para Europa en donde se centró el estudio. El resultado para Chile y América Latina podría ser diferente dadas las diferencias entre las regiones. El informe se descargó mil veces en la semana siguiente a su publicación.
También apoyamos la descarbonización del transporte a través de herramientas como nuestro “Directorio de Acción Climática en el Transporte”, una base de datos de medidas para promover la reducción de CO2 en el transporte que se acompaña con la evidencia necesaria para evaluar la eficacia de cada medida. El objetivo de esta herramienta es ayudar a los responsables de la toma de decisiones a traducir sus ambiciones de descarbonización en acciones y por ende a alcanzar sus objetivos climáticos.
Por último, estamos activando el diálogo político sobre el papel del transporte. Los ministros de medio ambiente suelen dirigir las negociaciones internacionales sobre el clima; los ministros de transporte no han participado en ellas. Estamos intentando cambiar esta situación. La CMNUCC ha convertido al FIT en un punto focal para el transporte, permitiéndonos organizar la primera reunión de ministros de transporte como parte de la conferencia oficial de la COP26 en Glasgow. Estamos trabajando para seguir avanzando en la COP27, que se celebrará en Egipto en noviembre, y llevar el transporte al centro de la escena.
¿Cuáles son las otras prioridades del FIT, además del cambio climático y la descarbonización del transporte?
He establecido cinco áreas prioritarias para el trabajo del FIT: descarbonización; inclusión y acceso universal; seguridad y salud; conectividad y digitalización. Permítanme que me extienda sobre dos de ellas que me resultan especialmente importantes.
La primera es inclusión y acceso. En todo el mundo, el tejido social se ha vuelto más delgado, a veces raído. Cada vez son menos las cosas que parecen unirnos y más las que parecen dividirnos. Estoy convencido de que un buen transporte es una de las fuerzas más poderosas que poseemos para unir y unificar. Un buen transporte, al igual que una buena educación, es un gran creador de oportunidades humanas. Pensemos en un padre o madre solteros con hijos pequeños: ¿qué pasa si los trabajos compatibles con el horario familiar no son accesibles de forma fácil, fiable y asequible? La conectividad puede marcar la diferencia entre el desempleo y tener una carrera profesional. Debemos proporcionar movilidad teniendo en cuenta esos vínculos. El transporte no es un fin en sí mismo. Los sistemas de transporte están al servicio de las personas, y quienes los construyen deben verse como facilitadores, como agentes de cohesión social.
Otro tema que me preocupa profundamente es la seguridad. Cada año 1,3 millones de personas pierden la vida en accidentes de tránsito y decenas de millones más son gravemente heridas, a menudo con secuelas de por vida. Esto es totalmente inaceptable. No aceptamos esta cantidad de muertes en la aviación o el ferrocarril; ¿por qué aceptamos las muertes en la carretera como inevitables? La aviación y el ferrocarril aplican con gran éxito el pensamiento de sistema seguro. Debemos aplicarlo también al tránsito por carretera. Un nuevo grupo de trabajo del FIT está estudiando actualmente la forma de integrar el enfoque de sistema seguro en las políticas de seguridad vial. Espero que podamos hacer una importante contribución al objetivo de la comunidad internacional de reducir a la mitad el número de muertes y lesiones graves en carretera hasta el final de esta década.
¿Cuáles son sus planes con respecto al FIT en América Latina?
México fue el único miembro latinoamericano del FIT durante muchos años. Luego, en 2012, hace exactamente diez años, Chile se convirtió en el primer país sudamericano en unirse al FIT. La adhesión de Chile desencadenó una verdadera dinámica: Argentina se unió en 2015, Colombia en 2021 y Brasil está actualmente en proceso de adhesión. Con cada uno de estos países, tenemos proyectos interesantes en marcha o en preparación que les ayudarán a mejorar sus sistemas de transporte y a su vez ofrecerán lecciones para otros miembros del FIT.
Quiero que esta dinámica continúe y que haya aún más voces y una mayor representación de América Latina y el Caribe en el FIT. El dinamismo y la diversidad de la región enriquecerán mucho nuestros debates. Por otra parte, las experiencias de otros países del FIT pueden ayudar a resolver muchos de los problemas de transporte de su región. Por ello, he intensificado considerablemente nuestras actividades aquí. He mencionado el primer Diálogo Regional de Alto Nivel sobre el Transporte en América Latina que celebramos en Cartagena en marzo de este año, junto con el gobierno colombiano. He viajado a Argentina, Brasil, Chile, Panamá y Uruguay para explicar el papel del FIT y destacar lo que podemos hacer juntos.
También entablamos relaciones con las organizaciones multilaterales de la región. Me he reunido con dirigentes del Mercosur, la CAF, el BID y la CEPAL para explorar las posibilidades de cooperación y colaboración. Y hemos empezado a hablar con varias empresas de América Latina para interesarlas en el Consejo de Asociación Corporativa del FIT, nuestro mecanismo para que el sector privado participe en los debates sobre políticas de transporte.
Chile puede ayudar mucho a aumentar el peso de América Latina en el Foro Internacional del Transporte. En 2024/25, Chile asumirá la Presidencia del FIT. Actualmente Chile, en su papel de Vicepresidencia, ya está muy involucrado en nuestra toma de decisiones estratégicas. Tengo la esperanza y la confianza de que veremos muchos más países latinoamericanos en la cumbre del FIT y en otras reuniones en los próximos dos años, como invitados, como observadores y también como miembros.
¿Cómo resumiría los últimos diez años en el transporte? En su opinión, ¿cuáles han sido los principales avances y tendencias?
Desde principios de la década del 2000 estamos asistiendo a lo que yo llamo “la gran transformación del transporte”. Ya ha habido mucha innovación, pero gran parte de ella parece ser tecnología transitoria. ¿Recuerdan la primera generación de smartphones, el Palm Pilot o el Nokia Communicator? A veces pienso que ha sido un poco así en el transporte durante la última década, también para los servicios: nuevos operadores y modelos de negocio perturbaron el mercado de las telecomunicaciones cuando los servicios postales perdieron su monopolio. Pero pocos resultaron ser duraderos: ¿quién se acuerda de CompuServe, Netscape y AOL? Tengo la impresión de que los mayores cambios en el transporte aún están por llegar.
¿Qué tres cosas definirán un buen transporte en la próxima década?
El primer elemento es que un buen transporte tendrá que ser totalmente sostenible. Un buen transporte en el futuro no aceptará mover personas o mercancías de forma que se socaven los cimientos de la existencia humana, ya sea contaminando el medio ambiente o contribuyendo al cambio climático. Los imperativos creados por la emergencia climática impulsarán un cambio masivo en nuestro sector.
El segundo es la accesibilidad. Un buen transporte es fácilmente accesible para todo el mundo, y proporciona un buen acceso a todos los ciudadanos a las oportunidades que mejoran sus vidas: a los puestos de trabajo, a las escuelas, a los servicios médicos, a los alimentos, a los mercados, al ocio y también a sus seres queridos, amigos y familiares.
La tercera es la eficiencia. Demasiados camiones, trenes y barcos circulan medio vacíos. Los coches privados sólo circulan una media de 50 minutos al día. Más del 90% del tiempo utilizan un espacio valioso sin aportar ningún valor, sobre todo en las ciudades. Incluso cuando circulan transportan en promedio a menos de 1,5 personas y mientras queman energía para mover dos toneladas de acero transportan solamente 90 kilos de humanos. Esto es enormemente ineficaz, y el sector del transporte debe hacer mucho más para solucionarlo.
Pero también debemos reconocer que el transporte no puede dar todas las respuestas. Por ejemplo, en el caso del transporte público las ciudades ofrecen una enorme capacidad para cubrir la demanda en las horas punta, que hay que pagar, pero que luego queda inactiva el resto del día. Las empresas situadas a lo largo de una línea de metro podrían coordinar los horarios de trabajo, de modo que la demanda de transporte sea más escalonada y se reduzca la capacidad máxima necesaria. Y las políticas de uso del suelo deben reflejar su impacto en los patrones de viaje.
¿Cómo ve la relación entre el transporte y la tecnología digital? ¿Dónde identifica los principales beneficios de esta asociación?
La digitalización impacta cada vez más todos los aspectos de nuestra vida, y el transporte no es una excepción. El coche medio de hoy tiene más poder computacional que el cohete Saturno que llevó por primera vez a los humanos a la luna. Las tecnologías digitales tienen un enorme poder, y si aprovechamos ese poder de la manera correcta, la digitalización nos ayudará a realizar enormes avances en las tres áreas que acabo de mencionar: sostenibilidad, accesibilidad y eficiencia.
Pero siempre debemos emplear las tecnologías digitales con objetivos claros como estos. La digitalización no puede ser un fin en sí mismo. Si se utiliza sin objectivos claros, puede que no nos ayude, sino que nos confunda. También debemos tener cuidado con la brecha digital. En el mundo desarrollado, muchos esperan que la conducción autónoma reduzca drásticamente el número de muertes en carretera, por ejemplo. Sin embargo, el 90% de las víctimas en accidentes de tránsito en el mundo se encuentran en las regiones más pobres, donde es poco probable que se den las condiciones para la automatización total en un futuro próximo, a menos que el mundo desarrollado esté dispuesto a invertir en infraestructuras en África y otras regiones emergentes a una escala inaudita.