Antes-durante-después es mejor que pasado-presente-futuro si se quiere abordar el tema de la infraestructura pública. El presente es un punto multidimensional de dimensiones nulas, y el durante de una obra es tan largo como el alcance de su análisis.
Idea, estudios de factibilidad, anteproyectos, evaluaciones, proyectos de ejecución y construcción, cortes de cinta y etapas administrativas, intercaladas con la redacción de bases de licitación, licitaciones y tomas de razón, son un intenso presente que se desplaza a lo largo del durante. Quienes operan y conservan obras me juzgan miope. Así usado, me dicen, debes incluir la mantención como tal durante la vida útil de la obra.
El Estado de Chile es en esto bastante miope también. Mi impresión es que el mundo entero tiende a la miopía cuando de mantención de sus obras es el asunto. Los esfuerzos por conservar son insuficientes en la casa, en el barrio, en la ciudad, en el continente. El después de las cosas es poco más que una idea emparentada con la improvisación, la procrastinación y el olvido.
Pero peor aún, el Estado de Chile es casi ciego con respecto a su antes. Los recursos empleados en el durante de la infraestructura pública chilena fueron todos los disponibles en su momento. Los necesarios para su gestión y conservación, ahí vimos.
Los recursos que han sido dedicados al antes de nuestras obras públicas son enormes y han sido parte importante de la historia fiscal del país. Durante el antes se crearon instituciones responsables de ellas, concebidas para llevar adelante sus presentes y enseñar cómo hacerlas, y se crearon muchas empresas que habrían de ejecutarlas.
Hay experiencia, diría uno. No, ha habido experiencias, que no es lo mismo. Porque la experiencia es fecunda cuando se la ha administrado -sí, administrado- para hacerla utilizable, confiable y conservable. Lo que hacen los países desarrollados y los que lo serán en el futuro.
El espacio público es el objeto de trabajo de la Administración del Estado. La información que describe su materia y su funcionamiento ha sido materia de egena administración. La mayor parte de ella, si está accesible, favorecerá a quienes trabajen buscándola, recopilándola y ordenándola, con costos de suma inmensa a lo largo de la historia. La capacidad de las naciones de administrar la experiencia para disminuir esos costos mejora la probabilidad de prosperidad futura, y su ausencia la limita a los golpes de la suerte.
El afán por construir, por bailar con la hermosa, es preponderante a la hora de repartir atenciones y recursos. Esto significa que, en los presupuestos nacionales, el mejoramiento de los procedimientos y de los sistemas de información que permiten estructurarla y conservarla, han sido requerimientos subvalorados cuando no desatendidos.
La buena Administración debe conocer y describir el objeto de su trabajo, y la información que lo describe y representa debe ser oficial, confiable y conservable; para que el pasado sirva y el futuro mejore lento pero seguro.