EDITORIAL
En los años 80 la contaminación del aire en Santiago eran tan alto que después de un día de circular por el centro de la ciudad el cuello de la camisa o la nariz quedaban llenos de un hollín negro. La situación sin duda ha mejorado muchísimo desde entonces pero claramente no es un problema resuelto. Esto se hace evidente a medida que las exigencias sobre la calidad del aire se han hecho más estrictas, generando numerosos episodios de pre emergencia o emergencia ambiental en varias ciudades del país. Los inventarios de emisiones muestran que la influencia del transporte motorizado en los niveles de contaminación del aire es innegable, pero su participación varía considerablemente según modo de transporte y entre ciudades. En Santiago la participación del transporte en la contaminación por fuentes móviles y fijas es alta y concentrada en los vehículos de carga, mientras que en algunas ciudades del Sur la participación del transporte es baja y es más alta la asociada a la calefacción con leña. La definición de políticas para enfrentar la contaminación del aire debe tener en cuenta esta variedad de situaciones y en el caso del transporte motorizado enfocarse en internalizar lo costos reales del uso (circulación, estacionamiento) de los vehículos y en generar mecanismos para renovar las flotas de vehículos de uso comercial.
Mauro Huenupi
Editor