El Sistema Nacional de Inversiones asigna los recursos públicos a las iniciativas que generan bienestar a la sociedad por sobre un umbral mínimo exigido, medido a través de la rentabilidad social y económica estimada según los estándares técnicos establecidos por el Ministerio de Desarrollo Social. Tales iniciativas de inversión pasan por etapas sucesivas de precisión en su análisis, dependiendo del tipo de proyecto, donde finalmente se decide (o no) su ejecución.
Hasta ahí todo claro, pues este sistema con lo eficiente o deficiente que pueda ser, establece procedimientos y requisitos que permiten medir, y por lo tanto comparar, los beneficios de las distintas iniciativas de inversión.
Esta reflexión por lo tanto tiene que ver con aquellos casos en los que tal procedimiento, tendría problemas para definir de manera adecuada los proyectos de inversión pública.
Este caso ocurre por ejemplo, cuando confluyen de manera simultánea varios proyectos de impacto estructural en una misma área de influencia, donde la definición de cada uno depende (con alta probabilidad), de las definiciones que se hagan para los proyectos relacionados. Es el caso de lo que se observa hoy en el sector de Quilicura, donde los proyectos del Nudo Quilicura, el corredor de Independencia y la Estación Intermodal Los Libertadores, son interdependientes y desarrollados en forma relativamente simultánea. Lo que correspondería en estos casos, desde el punto de vista de la eficiencia del sistema, sería generar una suerte de plan maestro de área, que abordara dentro del mismo análisis la rentabilidad social de cada proyecto individual y en conjunto, donde se busque la complementariedad entre los proyectos, integrando en el mismo marco de análisis cronogramas estimados de inversión por proyecto, y de esa forma permitir hacer mejor y de forma más eficiente la inversión pública.
En contraste, lo que ocurre normalmente en estos casos es que la coordinación de inversión se reduce a que el proyecto más avanzado es definido como situación base para los proyectos que van con mayor retardo, y donde posteriormente deben hacerse ajustes a los diseños ya terminados, con el fin de otorgar la mínima compatibilidad necesaria para tales proyectos… lo que sin duda, no es equivalente a concebir desde el origen proyectos coherentes entre sí. Tal situación exige hoy día una coordinación que depende en gran parte de las voluntades de los actores involucrados (ministerios) que promueven cada proyecto, toda vez que no existe un marco de obligatoriedad en la coordinación, por lo que finalmente, las urgencias de plazos de gasto público, compromisos ciudadanos, u otros, pueden prevalecer por sobre la búsqueda de la mejor solución integrada para el área de influencia de los proyectos.
Es por eso que, si el producto de lo que podría llamarse plan maestro de áreas complejas fuera vinculante con la decisión de inversión, sería posible dar respuestas más coherentes a sectores de la ciudad con múltiples necesidades importantes y urgentes, donde además las voluntades de coordinación interministerial serían mayores, ya que este sería el marco bajo el cual se definirían los proyectos.
Es claro que el proceso de planificación y la coordinación de proyectos con una institucionalidad como la actual son muy complejos. Por lo mismo, creo necesario y me parece posible, que el Sistema Nacional de Inversiones permita que dentro ciertas condiciones específicas, se decidan las inversiones bajo la óptica del área, más allá del foco proyecto a proyecto.