El reimpulso al proceso descentralizador del país a través de la Ley de Fortalecimiento de la Regionalización, con la reciente elección de los Gobernadores Regionales, entre otras acciones, presenta un desafío y una oportunidad para la ingeniería de transporte, y en consecuencia, para esta Sociedad. Potenciar su incidencia en el devenir del país en esta etapa de cambios profundos debería ser parte de nuestras preocupaciones, para lo cual es necesario abrir espacios a la discusión de las problemáticas del transporte en regiones.
Las ciudades de tamaño medio y pequeñas del país tienen un nivel de complejidad creciente, acorde al estadio de desarrollo general del país. Esto se refleja en un aumento de la escala de sus problemas: brechas de conectividad, gestión y operación de sus redes viales; carencias en materia de infraestructura para movilidad activa; deficiencias y declive de los sistemas de transporte público local; son todas problemáticas que deben ser atendidas y que, sin duda, requieren recursos cuantiosos para su solución. Fenómenos actuales como la masificación del teletrabajo, el aumento del comercio electrónico y de la logística urbana de última milla, llegaron para sumarse a los desafíos preexistentes en materia de transporte para estas ciudades. Lo mencionado no es una lista exhaustiva, sino que es un diagnóstico muy grueso que ejemplifica lo que están enfrentando las ciudades y territorios del país en materia de transporte, y que aplica no solo para las ciudades pequeñas y medianas, sino también para las grandes ciudades metropolitanas.
Una de las aspiraciones del proceso descentralizador es que las personas e instituciones de los propios territorios sean quienes manejen las riendas de su propio devenir, no solo en cuanto a decisiones de asignación de recursos, sino también en cuanto al planeamiento, diseño y ejecución de las soluciones a sus propios problemas. En este orden de cosas, la formulación y diseño de planes maestros de infraestructura y gestión de transporte, de planes reguladores comunales e intercomunales, de políticas públicas de ámbito subnacional y proyectos específicos, son todas tareas de elevada complejidad que se encuentran en el abanico de acciones y medidas que se deben abordar para avanzar en la solución de las problemáticas descritas. He aquí una oportunidad para la disciplina, toda vez que todas ellas requieren -entre otros- profesionales con una visión sistémica y dominio de herramientas de análisis que sabemos existen en la ingeniería de transporte.
Sin lugar a dudas, la participación de profesionales del área enriquece dichos procesos, lo cual es normalmente reconocido en aquellos lugares o ámbitos donde la participación es permanente y más aún, cuando se realiza con conocimiento y arraigo local, algo que, por ejemplo, han cumplido históricamente las oficinas macrorregionales de SECTRA.
A propósito de dicho reconocimiento, en múltiples equipos técnicos regionales se han creado plazas permanentes para profesionales con esta formación. Lo anterior es un avance, pero sin embargo, no es la regla, sino más bien la excepción, lejos de ser el nivel ideal de penetración de la disciplina en el ámbito regional. He aquí, entonces, el desafío: dotar a todas las regiones de profesionales en la disciplina, al menos en el ámbito público.
Esto requiere, a mi juicio, en primer lugar, la toma de conciencia en el nivel local y regional respecto de una necesidad: que problemas crecientemente complejos en el ámbito del transporte requieren herramientas de análisis que ameritan una formación especializada. Este reconocimiento no es trivial y normalmente resulta luego de un proceso (largo) de evolución institucional.
Direcciones de Tránsito, Secretarías de Planificación Comunal, Direcciones de Obras, SERVIUs, Direcciones de Vialidad, seremías de distintos sectores, GOREs y sus nuevas divisiones, son organismos donde deberían existir equipos integrados -al menos- por un especialista en temáticas de transporte. Cada una de ellas tiene distintos roles que cumplir en el entramado institucional, por lo que los perfiles que requieren son diversos, incluso dentro de la disciplina. Sin embargo, tal como se mencionó, aquellos casos donde existen tales profesionales en la actualidad son excepcionales. El panorama es más desalentador aún, considerando que “una golondrina no hace verano” y lo ideal es la consolidación de equipos permanentes que conformen una masa crítica especializada mínima para atender las múltiples necesidades.
En el estado de situación actual existen pocas regiones con un ecosistema público, privado o académico de un nivel de evolución tal que les augure una transición rápida y exitosa hacia la autonomía buscada mediante el proceso descentralizador, al menos en el ámbito técnico en materia de transporte. Lamentablemente, la generación de ese ecosistema no es algo que se resuelva (solo) administrativamente con arreglos organizacionales y de transferencia de atribuciones o redistribución de recursos, y esto debería ser tenido en consideración. Conformar equipos profesionales de elevado nivel técnico en el ámbito de la ingeniería de transporte, en regiones, para llevar adelante de manera exitosa los proyectos de transporte de mediana y gran envergadura es un desafío enorme, de largo plazo, que es necesario abordar estratégicamente y sobre el cual no parece haber suficiente preocupación o conciencia por parte de quienes deberíamos abogar por el desarrollo de la disciplina.
En este desafío, creo que le cabe un rol a esta Sociedad, articulando acciones -por ejemplo- para la difusión de la disciplina a escala regional y local a lo largo del país, para relevar la necesidad de especialización en las instituciones públicas regionales, o para diseñar esa estrategia para un mayor despliegue territorial de la ingeniería de transporte a propósito del avance de la regionalización. Otra línea de acción, más cercana quizá, es promover la discusión y visibilidad en la propia Sociedad en torno a los problemas, necesidades y avances en materia de transporte en regiones. A esto nos ha invitado recientemente el Directorio a los Socios no-capitalinos, propiciándose a partir de esa invitación una serie de acciones incipientes de articulación que espero contribuyan a que la Sociedad sea protagonista activa de los procesos más amplios en curso en todo el país y un reflejo en ella misma de estos tiempos de regionalización.