Columna de opinión, publicada el 13 de abril 2020 en la página del Consejo de Desarrollo Urbano, que integra SOCHITRAN
La crisis desatada por la pandemia de COVID-19 se viene desarrollando desde principios de año en oriente, y a pesar de que es posible encontrar referencias al riesgo de enfrentar una situación como la actual en la literatura científica desde hace más de una década, parece habernos tomado casi por sorpresa. Su mayor impacto se comenzó a sentir en Chile a mitad de marzo, escalando rápidamente desde una preocupación hasta la paralización casi completa de varias comunas en el país en cosa de un par de semanas. Los impactos en salud son aún difíciles de pronosticar, pues se ha observado que diversos países han desarrollado distintas tendencias dependientes de cuándo se inició en brote, el clima imperante, las acciones de las autoridades, el comportamiento de las personas y la capacidad de la red de salud, entre otras. Si esos impactos son difíciles de predecir, los impactos en los distintos sectores de la actividad económica lo son aún más, toda vez que muchos de ellos recién se empiezan a delinear.
En lo que se refiere a transporte el COVID impacta en diferentes dimensiones. Los sistemas de transporte masivo son potenciales lugares de contagio y las medidas que se deben tomar para evitar ser afectado por el virus, van en contra de lo que se viene promoviendo respecto a favorecerlos, lo que sin duda tendrá un impacto en las preferencias de modo de los usuarios cuando se vuelva a la normalidad. Imagino que ninguna autoridad tenía en su cajón un plan de contingencia para esta pandemia, por lo que mirar lo que están haciendo las ciudades donde este virus ha afectado desde antes y tener una buena estimación respecto a la evolución de casos es esencial para dirigir lo que se necesita hacer. Favorecer el transporte activo y mantener una baja tasa de ocupación en el transporte público manteniendo frecuencias adecuadas, son medidas fundamentales para aquellos viajes que se requiere que sigan funcionando. Cuando este fenómeno baje su intensidad, será necesario volver a analizar todo el sistema de actividades y viajes de las ciudades, y estoy segura de que la importancia de la planificación integrada de transporte y uso de suelo, el fomento al transporte público y la movilidad activa, serán ejes de la recuperación de los espacios.
La menor actividad en las ciudades, junto con la menor atractividad del transporte público ya mencionada, ha traído consigo una notable baja en la demanda por los sistemas de transporte urbano. El impacto en las empresas de transporte masivo está siendo brutal, sobre todo en regiones, donde opera de forma mucho más precaria que en Santiago. Muchos empleos se perderán, principalmente entre los conductores, y también muchos propietarios verán fuertemente mermados sus ingresos. Ante esa situación, es probable que el transporte informal surja como una alternativa que sin duda será necesario evitar, pues sabemos de sobra que una vez instalado es muy difícil de controlar. Pronto vendrá la pregunta de a quién y cómo ayudar, y en ese momento el contar con información de operación y demanda actualizada periódicamente será un insumo de mucha utilidad para calcular correctamente dicha ayuda. Un panorama similarmente desalentador se ve en la Industria aérea, la terrestre interurbana y en todas las líneas de negocio asociadas a esta industria.
Mucho menos visible para el ciudadano común es la logística y distribución urbanas, que posiblemente también se verán afectados producto de la natural disminución de consumo de bienes físicos. Se trata de sistemas complejos, que resultan fundamentales en tiempos como este para mantener el abastecimiento del comercio y que requieren atención tanto de la academia como de las autoridades. Menos estudiado aún es el transporte de reparto, desde el camión de un retailer hasta el reparto de comida y compras de supermercado que, sin embargo, han tenido un rol importante en atender la última-última milla, reemplazando a un consumidor que hoy menos que nunca quiere ir de compras.
Cómo va a cambiar el mundo después de esto y qué debemos pensar para el futuro en materia de ciudad y transporte, son preguntas aún abiertas. En términos de transporte público, la crisis evidencia que tenemos mucho trabajo en robustecer los sistemas de transporte público masivo en regiones, mejorando su estructura industrial y contando con mejor información de operación y demanda actualizada periódicamente por la importancia que tiene en la planificación. Creo que también tenemos el desafío de mirar con más atención la carga urbana (horarios, espacios, etc.), que siempre ha sido menos estudiados y que hoy más que nunca relevan su importancia. Finalmente, recalco la importancia de la mirada integrada de transporte y uso de suelo, el fomento al transporte público y movilidad activa, como ejes de la recuperación.
El desafío de recuperación que enfrentará el país una vez que superemos la crisis sanitaria será de gran envergadura y SOCHITRAN, desde su quehacer, está disponible para colaborar en todo lo que sea necesario. Invitamos a todas las personas e instituciones que participamos del CNDU a unir fuerzas en esta tarea.