Se pretende instalar en la opinión pública la existencia de una pugna de visiones pro-bus, pro-metro y pro-bici entre los especialistas en transporte, y que unos pierden y otros ganan dependiendo de los proyectos que el gobierno de turno decida impulsar. Al respecto, creo necesario hacer las siguientes dos precisiones.
En primer lugar, entre los especialistas en transporte existe consenso respecto a la importancia y conveniencia de fomentar el transporte público masivo y los modos no motorizados, entendiendo que todos son parte de un sistema integrado que busca facilitar el desplazamiento de las personas en la ciudad. Suponer una disputa entre especialistas según el modo es desconocer la importancia de cada uno en este sistema, y la necesidad de complementar su planificación y operación. Transantiago es un sistema integrado entre buses y metro: si falla uno, falla el sistema. De ahí la importancia de preocuparse del desarrollo de ambos modos, reconociendo los desafíos que cada uno de ellos impone. También se puede pensar en sumar otros compañeros a este equipo (taxi-colectivos, bicicletas). Pretender resolver el problema de transporte de una ciudad como Santiago orientándose a solo un modo de transporte no solo es una quimera, es una irresponsabilidad.
En segundo lugar, contamos en el país con instituciones, especialistas calificados y un sistema de evaluación de proyectos capaces de estimar la inversión requerida, y los costos y beneficios derivados de su operación. Sin duda que las metodologías utilizadas admiten mejoras que permitan incorporar, por ejemplo, los costos impuestos en las personas durante la construcción del proyecto o los impactos urbanísticos que éste genera una vez implementado. Aun así, este sistema le entrega a la autoridad la posibilidad de destinar de forma objetiva los recursos del Estado a la realización de distintos proyectos. Esto nos protege de la influencia de grupos de interés, disminuyendo así la posibilidad de terminar con infraestructura subutilizada, como ocurre en otros países.
Al momento de pensar en el sistema de transporte de nuestras ciudades y su futuro, es conveniente evitar los dogmas y las simplificaciones burdas que nos desenfocan de la discusión que debemos tener.