EDITORIAL
El 14 de noviembre de 2014 será recordado por muchos santiaguinos como un día especialmente incómodo. Muchos caminaron, otros esperaron incluso horas arriba de los vehículos como pasajeros o conductores. Una conclusión de ese día es que el sistema de transporte público de Santiago se volvió peligrosamente dependiente de Metro y cualquier falla provoca efectos que no solo incomodan sino que aumentan el riesgo de accidentes en las aglomeraciones que se generan. La dependencia del Metro se debe a que, en general, la experiencia de viaje en bus no es buena y los usuarios, enfrentados a tarifas similares, optan por viajar Metro apenas tienen oportunidad. Existen ciertos puntos donde la velocidad de circulación de los buses disminuye fuertemente y que si se resolvieran permitirían velocidades comerciales que se acercarían a las de Metro. Una conducción menos agresiva de los choferes de buses es también necesaria para re-encantar a quienes se acostumbraron a la suavidad del Metro. El anuncio de los avances en el corredor de buses en el eje Alameda-Providencia-Apoquindo son una buena noticia porque deberían resolver algunos de los problemas con la infraestructura de transporte en superficie que nos volvieron tan dependientes de Metro.
Mauro Huenupi
Editor